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No volver a recordar hoy

El supercampo petrolero de la Isla de Sajalín, que ha estado bajo sanciones durante tres años, ha comenzado a hacer cosas nuevamente.



Primero hablemos del contexto. En el Lejano Oriente de Rusia hay un proyecto de petróleo y gas en alta mar llamado Sakhalin-1, que se encuentra cerca del círculo polar ártico, pero no se puede negar que es una mina de oro: tres campos de petróleo y gas principales, con una producción anual de 220,000 barriles de petróleo, y el gas natural que se envía a gran escala a China, Japón y Corea del Sur. Cuando comenzó a operar en 2005, este proyecto era un caso de desarrollo energético de primer nivel a nivel mundial, con una inversión total de varios miles de millones de dólares.

La estructura de accionistas en ese momento era bastante interesante: un gigante estadounidense del petróleo tenía el 30% de las acciones como operador, una compañía petrolera rusa ocupaba el 20%, y las compañías energéticas de Japón e India poseían el 30% y el 20% respectivamente. Todos trabajaban juntos y ganaban dinero muy contentos.

Luego llegó ese conflicto en 2022.

Cuando las sanciones occidentales cayeron, esa empresa estadounidense anunció directamente "fuerza mayor" y se fue. La pérdida de deterioro de activos de 4,600 millones de dólares equivale a cero en todos los negocios en Rusia. El gobierno ruso tampoco fue amable, emitió un decreto para transferir las acciones a una empresa local y entregó los derechos de operación a Rosneft. ¿Y el resultado? La producción se desplomó un 40%, de 11.3 millones de toneladas/año a 6.9 millones de toneladas/año, y las exportaciones de energía de Rusia fueron cortadas de una vez.

La historia debería haber terminado aquí, pero a partir de 2025, el rumbo cambió drásticamente.

En agosto y septiembre del año pasado, el vicepresidente senior de una compañía petrolera, Neil Chapman, viajó a Doha, Catar, para reunirse en secreto con Igor Sechin, el jefe de Rosneft (ex secretario de Putin). Ambos firmaron un "acuerdo no vinculante", que en palabras simples significa que comenzaron a explorar si podían volver a colaborar.

Esto no es simplemente un intercambio comercial. Putin firmó un decreto el 15 de agosto que permite a los inversionistas extranjeros recuperar sus acciones, pero con condiciones: debes firmar un contrato de suministro de equipos y también transferir el dinero. El momento está muy bien calculado, justo a tiempo para algún cumbre de Alaska, aunque la cumbre en superficie no tuvo grandes avances, pero la cooperación energética claramente está avanzando en privado.

La lógica de esto no es complicada: intercambiar negocios por paz.

Rusia ahora necesita tecnología occidental para recuperar su producción (actualmente solo ha vuelto a 198,000 barriles por día, que sigue siendo inferior a los niveles anteriores a la guerra), y esa empresa estadounidense necesita asegurar un suministro de energía a largo plazo y beneficios. Ambas partes llegaron a un acuerdo rápidamente, ¿y qué pasa con Ucrania, que está en medio? Eso se convirtió en una moneda de cambio en la mesa de negociaciones. Algunos medios de comunicación han llamado a esto "sobornar a Estados Unidos con proyectos de energía", permitiendo que Estados Unidos consienta ciertos estados territoriales.

Pero también hay muchos problemas.

Las sanciones aún no se han levantado por completo, necesitan el visto bueno del Congreso de EE.UU. y coordinarse con esa gente de la Unión Europea. Los países europeos ya están enfadados, piensan que esto es "traicionar a un aliado", y las organizaciones ambientalistas también han salido a decir que el proyecto amenaza a la ballena gris del oeste (que solo quedan 130 en el mundo). Aunque el CEO de esa compañía dice "apoyar a Ucrania", cuando la oportunidad comercial está ante sus ojos, todos saben hacia dónde se inclina la balanza.

Si la negociación realmente se lleva a cabo, el impacto podría ser considerable. Rusia podría liberarse de las sanciones y el aislamiento, las empresas estadounidenses llenarían el vacío en Europa, y los compradores asiáticos continuarían asegurando el suministro de manera estable. Pero para Ucrania, esto podría ser un caso real de "intercambiar territorio por beneficios comerciales", y las grietas entre aliados podrían ampliarse aún más.

Las negociaciones aún están en curso, no se ha llegado a un acuerdo final. En los próximos meses, solo hay que estar atentos a los movimientos posteriores en Alaska. El juego en el mercado energético nunca es tan simple como la oferta y la demanda; detrás de todo hay una lucha real por el dinero y cálculos políticos.

Si esta operación tiene éxito, el mapa energético mundial se reconfigurará.
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