Un importante jugador tecnológico acaba de presentar su último chip de IA, marcando otro movimiento audaz en la carrera por romper el dominio que un gigante de los semiconductores ha tenido sobre el mercado durante años. El momento no podría ser más significativo: en toda la industria, las empresas están invirtiendo recursos en desarrollar su propio silicio, desesperadas por reducir la dependencia de un solo proveedor cuyos chips se han convertido en la columna vertebral de la infraestructura moderna de IA. Esto ya no se trata solo de ahorros de costos. Se trata de control, velocidad y de crear ventajas competitivas en un panorama donde el poder de cómputo dicta cada vez más quién gana y quién se desvanece en la irrelevancia. La batalla por la supremacía de los chips de IA está intensificándose, y las apuestas nunca han sido más altas.