A las tres de la madrugada, la pantalla del móvil se encendió de repente. Al abrir los ojos, vi que BTC había caído casi veinte mil dólares más. El grupo estaba patas arriba: algunos gritaban que el mercado alcista había terminado, otros preguntaban si debían cortar pérdidas y salir, y hasta amigos que normalmente no prestan atención al mundo cripto vinieron a preguntar: ¿esto se va a desplomar?

No te asustes. Tras tantos años siguiendo el mercado, he visto no pocas escenas de “baños de sangre”. Esta caída parece feroz, pero si la analizas en frío, verás que se parece más a un “ajuste anunciado”. El problema no está en la propia moneda, sino en que el flujo de capital externo está teniendo problemas.

En pocas palabras, al mercado le falta dinero.

Recientemente, el Tesoro de EE. UU. ha lanzado más de 160.000 millones de dólares en bonos del Estado, una maniobra que equivale a poner en marcha una gigantesca bomba de succión en el sistema financiero global, absorbiendo de golpe el dinero que solía fluir entre distintos activos. Al mismo tiempo, la Reserva Federal ha dejado caer que en el corto plazo no piensa bajar los tipos de interés. El mercado aún esperaba “liquidez” para sobrevivir, pero esa esperanza se ha desvanecido.

El mercado cripto siempre ha sido el patio de recreo de los capitales de alto riesgo: en cuanto se aprieta la liquidez, este tipo de activos es el primero en ser vendido. Pero piénsalo bien: ¿ha cambiado la lógica fundamental de Bitcoin? Las instituciones no se han ido, los datos on-chain no han colapsado, y las expectativas del ciclo de halving siguen ahí. Esta caída se parece más a una reacción en cadena provocada por la huida temporal de capital, no a un golpe letal.

El llamado pánico, muchas veces, solo surge porque no vemos la verdad con claridad.