El máximo ejecutivo del gigante de los chips destacó recientemente algo llamativo durante un discurso en la planta de TSMC en Arizona. De pie ante la multitud, observó que la sala contaba su propia historia: aproximadamente dos tercios de los rostros pertenecían a ingenieros y especialistas taiwaneses, mientras que los estadounidenses constituían el tercio restante. ¿Su conclusión? La mano de obra de la isla merece un reconocimiento serio por impulsar la recuperación manufacturera de Estados Unidos. Es una instantánea de cómo funcionan realmente las cadenas de suministro tecnológicas globales: la experiencia cruza fronteras y reconstruir la capacidad industrial no es solo cuestión de geografía, sino de quién aporta las habilidades necesarias.