Si bien es encomiable que la Pi Network afirme haber financiado su desarrollo sin un ICO, la transparencia sigue siendo una gran preocupación. A diferencia de proyectos de código abierto como Bitcoin o Ethereum, cuyos códigos, desarrollos e historiales de financiación son auditable públicamente, las operaciones de Pi son en gran medida opacas. Los usuarios aún no pueden retirar o comerciar libremente los tokens Pi en intercambios importantes, lo que plantea preguntas legítimas sobre la liquidez y el valor.

El hecho de que los usuarios deban pasar por KYC antes de tener el control total sobre sus tokens, y sin embargo no puedan usarlos libremente, se inclina más hacia la recopilación de datos que hacia el empoderamiento descentralizado.

Sí, muchos proyectos recaudaron fondos a través de ICO, pero lo hicieron de manera transparente, permitiendo que el mercado decidiera el valor. Mientras tanto, el largo período de operaciones en red cerrada de Pi y el estricto control sobre el flujo de tokens generan escepticismo, no confianza.

Una verdadera moneda global necesita apertura, descentralización y confianza—no solo un gran número de usuarios y una narrativa atractiva.

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