He leído muchos artículos sobre la “mentalidad de élite” de grandes referentes y he descubierto que, si quitas toda la parafernalia y los términos llamativos, la lógica central es en realidad muy sencilla, incluso un poco contraria a la naturaleza humana:

Los caminos difíciles nunca están concurridos. ¿Por qué siempre hay gente que cae en estafas? Porque la mayoría solo quiere oír que “puede multiplicar su dinero por diez en tres meses”. Cuando decides aceptar “enriquecerte poco a poco” y te conformas con crecer solo unos cientos de euros al año, descubres que de repente todo a tu alrededor se vuelve tranquilo: tus competidores se han ido a comprar lotería al lado.

La mayoría de las “decisiones” no son más que una forma de evitar la acción. A mí también me encanta coleccionar todo tipo de tutoriales y comprar montones de libros que acaban acumulando polvo en el Kindle. Después lo entendí: ese constante debate sobre “qué método es el mejor” no es más que una excusa para posponer el momento de empezar. Un comienzo mediocre es mejor que esperar la perfección.

Aceptar el “aburrimiento” es una asignatura obligatoria en la vida adulta. La dopamina es pasajera; las endorfinas son duraderas. ¿Es divertido ver vídeos cortos? Mucho. ¿Ahorrar dinero para invertir en fondos indexados es aburrido? Aburridísimo. Pero al final, lo que realmente te salva suele ser aquello que te parece monótono, repetitivo e incluso un poco doloroso de mantener.

La vida no es una película, no hay tantos montajes de superación. Todo lo extraordinario se consigue a base de mucho esfuerzo ordinario.