Aceptar un pasado imperfecto no es una forma de autoengaño, sino la forma más elevada de autoconservación en el presente.

Muchos piensan que crecer es un proceso constante de limpieza, que hay que dejar atrás ese yo que fue ingenuo, confundido e incluso un poco anticuado para poder demostrar lo que uno es ahora.

Yo también lo creía firmemente, pensaba que al mirar atrás todo lo que había sido era solo historia negra, y deseaba poder eliminarlo con un clic.

Pero al ver últimamente a todos compartiendo "Amor a tu viejo yo", me di cuenta de que esa idea en realidad es una gran fuente de desgaste interno.

La lógica psicológica detrás de esto es bastante simple:

Ese viejo yo que tropezó y se tambaleó, aunque no era muy astuto, esa valentía y pureza que tenía, son precisamente las cosas más valiosas que hemos perdido en medio del agotamiento actual.

La investigación de Brené Brown dice que la verdadera fortaleza no consiste en estar armado hasta los dientes, sino en decirle gracias a ese yo vulnerable e imperfecto por haber resistido en ese momento.

Intenta revisar esas viejas fotos, no te pongas a reír de los peinados o expresiones de entonces, mira la luz en tus ojos, esa es tu combustible ahora, no una carga.

Cuando dejamos de intentar separar nuestro pasado, también dejamos de temer al futuro.